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Desde algún lugar entre los humedales y la Universidad Intercultural de Chiapas, San Cristobal de Las Casas, Mexico
Revista Alternativa Anticapitalista en construcción a partir de la destrucción de algunos esquemas...

jueves, 19 de marzo de 2009

FILOSOFÍA MAYA




LA FILOSOFÍA MAYA Y SU IDENTIFICACIÓN CON LOS ELEMENTOS,
LA NATURALEZA Y EL ORDEN DEL COSMOS, FRENTE AL CAOS MODERNO
Fragmento introductorio del ensayo “El Sistema Alimentario de los Mayas”,
por Francisco Alvarez Quiñones.
Sna Jtz’ibajom, Cultura de los Indios Mayas, A.C.”

Hay saberes que trascienden al paso de los siglos por su propia y vital naturaleza, como es el caso de los sistemas alimentarios de los Mayas, legados desde hace milenios por los Mokayas u Olmecas, pueblos agrícolas y religiosos, principalmente del maíz y del sol, aunque más propia y profundamente del tiempo, la naturaleza y el orden del Cosmos, cuyos descendientes han perseverado sabiamente, siguiendo la tendencia humana de recrear, reorientar y revitalizar de múltiples maneras sus culturas milenarias, de tal manera que en los tiempos actuales existe un creciente movimiento conjunto entre mayas y zoques (inserto en un movimiento nativista más amplio, de cobertura mundial), que a pesar del inminente vértigo de cambios y deterioro ambiental que amenaza a todos los seres vivos y a la humanidad, se encarga de preservar, desarrollar y evolucionar sus filosofías y culturas de respeto y amor a lo que ha sido creado y sostenido con orden durante veintenas de siglos.
Para explicar este fenómeno o movimiento de revitalización de las culturas en Chiapas, los antropólogos Kasuyasu Ochiai y Victoria Bricker citan la definición de Anthony F. Wallace: “El movimiento de revitalización es deliberado, organizado, consciente, y consiste en los esfuerzos de una sociedad para construir una cultura más satisfactoria”. (Wallace, 1956: 256; citado en Bricker 1981:5) En otro lugar, Bricker establece un paralelismo entre el nativismo y el movimiento de revitalización, citando a Ralph Linton, quien define al nativismo como: “cualquier intento consciente y organizado por parte de los miembros de una sociedad para revivir o perpetuar aspectos selectos de su cultura” (Linton, 1943:230, citado en Bricker, 1981:177, 327n4). Los mayas y zoques participantes en los actuales movimientos sociales, al igual que muchos jóvenes y adultos universitarios de Chiapas, en términos generales y de manera colectiva, definen y defienden al nativismo no solamente como un concepto, sino como un proceso que busca la liberación (consistente en un estado creativo de paz y orden, con seguridad y soberanía alimentaria, con justicia y dignidad) de gran variedad de formas de discriminación, marginación e imposición cultural extranjerizante. Ese proceso demanda el derecho de los individuos y pueblos nativos a la autonomía económica, social, política, espiritual y educativa; es decir: el renacimiento, revitalización y desarrollo pleno de las culturas originarias, para lograr igualdad de oportunidades y mejorar la calidad de vida de las generaciones indígenas, actuales y futuras de un país históricamente colonizado y cada vez más aculturizado y dominado por estructuras socioeconómicas y culturas extranjeras, totalmente opuestas a la filosofía, los principios y derechos fundamentales de los pueblos originarios, como se establecen en el convenio 169 de la OIT, el cual ha sido ratificado por México, Noruega, Colombia, Bolivia, Costa Rica, Paraguay, Perú, Honduras, Dinamarca, Guatemala, Países Bajos, Fiji, Ecuador y Argentina, con incidencia tal, que los sectores mayoritarios indígenas y populares, sobre todo después del movimiento iniciado en Chiapas en 1994, consideran que es obligación del Estado Mexicano:
1. Ajustar su legislación interna a los términos del tratado internacional
2. Establecer Políticas Públicas de reconocimiento a los derechos colectivos de los pueblos
indígenas, como aplicaciones prácticas del citado convenio.
3. La aplicación directa por las autoridades administrativas y judiciales Federales, Estatales y
Municipales del país, de las disposiciones del convenio.

A pesar de ello, permanecen aún sin cumplir los postergados Acuerdos de San Andrés, en todo ajustados a los términos del convenio 169. En el caso de los Mayas y Zoques, tales restituciones, reconocimientos y acciones deberían hacerse incluso como una muestra de agradecimiento por su aportación histórica e ininterrumpida a la seguridad y soberanía del país, pues estas son culturas que con verdadera generosidad han venido preservando con eficacia milenarios sistemas alimentarios, silvícolas, agroforestales y de huertos y jardines silvestres domesticados. Con ello han venido entregando sin reposo, de generación en generación, año tras año, beneficios alimentarios y tecnologías vernáculas, para provecho principalmente del país y de la humanidad, pero también con el afán de preservar la natural providencia y protegerla del insensato abuso que tiende a destruir, como en la fábula de la gallina de los huevos de oro, todo lo que de bueno existe en la Sagrada Tierra y en la Madre Naturaleza.
Para comprender el sentido de amor a la naturaleza de los pueblos mayas y zoques, habría que revisar y replantear con amplitud los conceptos de etnocentrismo y nativismo descritos por Edmonson, como fenómenos naturales, sí, pero del pensamiento holístico y espiritual, ya que los mayas y zoques, en nuestras visiones numinosas, consideramos al Dios Creador del Universo como un Supremo Todo Inteligente, Emocional y Vivo, con alma y generosidad hasta en sus mínimas manifestaciones: a la constelación y al tiempo en que vivimos se les nombra Camino Iluminado, y más cercanamente se aprecian como valores insustituibles el Camino del Sol y el de la Luna; caminos sintetizados a su vez en el calendario de 18 meses de veinte días y 1 de cinco que hacen el año, lapsos de tiempo que se identifican también con el trabajo y con los sueños, como nos ha revelado el profeta y patriarca Lacandón Chan K’in de Najá: sueños que existen con cualidades de otra dimensión, pero siempre entretejidos con la exuberancia realista de la vida, a la manera que nos recuerda un rezo tzotzil, mencionado por el maestro Enrique Pérez López en Abril de 1999, al cerrar el Segundo Encuentro Indígena de las Américas, ya muy cerca del fin del milenio:
“¿Acaso no somos iguales/ a una planta,/ a un bejuco,/ a un árbol,/ a un ave,/ a un animal,/ que mueren,/ que desaparecen,/ de la faz, / del rostro/ de nuestra sagrada madre Tierra?/ Pues no somos eternos/ No somos piedra/ ni somos hierro./ No sabemos cuántos días tenemos/ No sabemos cuántas horas/ Cuántos soles,/ Cuántas Lunas/ Viviremos”.

Sabemos que el deseo que ahí él expresó, es también el de los pueblos originarios de este continente, a diferencia de lo que han demostrado ambicionar los invasores de otras civilizaciones, ya que, como continúa expresando el maestro Pérez, el sueño y deseo de nuestros pueblos consiste en:
“Realizar un mundo donde nuestros hijos puedan verse como hermanos, aunque con diferencias en nuestra forma de ver y entender el mundo, aunque sea diferente nuestra palabra, diferente el color de nuestra piel. Tal vez parezca mucho pedir, pero debemos aspirar a una sociedad más humana y más en armonía con la naturaleza, lo cual es siempre el motivo de nuestras reuniones; en ellas pedimos que nuestros acuerdos lleguen a los oídos, a las mentes y corazones de nuestros pueblos, para seguir defendiendo nuestra existencia”.
La sabiduría y valiente resolución de estos deseos, por la tenacidad que implican, vienen de un concepto indispensable para la vida, de acuerdo a lo que dicen los consejeros rituales y asambleas de ancianos, cuando hacen sonar la caracola, la trompeta o las campanas para llamar y reunir al pueblo, con el fin de celebrar rituales y banquetes, hablando a nombre de la entidad dual llamada “Padres Madres”, o “Totil Me’iletik”, término plural con el que desde el origen de nuestras culturas se designa un solo ser sagrado que sintetiza a los más remotos ancestros creadores, a quienes los ancianos sirven de portavoces para exclamar:
“¡Escuchen todos! ¡El maíz es el origen de nuestra vida! Él es quien habla, quien ríe, quien reza y llora. Él es quien danza y canta: ¡El Sagrado Maíz! ¡No nos olviden, no nos pierdan, miren primero sus casas, miren primero sus pueblos!”


Con ello recordaban las palabras que el Popol Vuj Quiché relata que salieron de la boca de los dioses creadores y formadores, Alom, y kajolom en el momento anterior a la Creación de la humanidad, hecha de maíz blanco y amarillo:
-“Hay que encontrar los medios para que el hombre que vamos a formar, el hombre
que vamos a crear, nos sostenga y nos alimente, nos invoque y se acuerde de nosotros.
Esa será nuestra alianza, ese nuestro acuerdo. Sólo de esa manera lo tendremos en cuenta,
lo alimentaremos y protegeremos”.

Los anteriores conceptos reafirman que la creación y agricultura del maíz como alimento supremo formó el principio de la civilización que llamamos batz’i viniketik, batz’i antzetik: verdadera humanidad de mujeres y varones de maíz, la cual emprendió el desarrollo cultural, económico y religioso que favoreció a nuestras pasadas generaciones, ya que en torno al maíz se integraron los sistemas alimentarios sustentables que permitieron la condición de lekil kuxlejal, verdadera calidad de vida para nuestros pueblos, hasta la llegada de los invasores europeos, y a causa de ellos y su sistema de dominación arrasadora, del forzado y creciente olvido de pueblos enteros acerca de los elementos esenciales para su propia seguridad y soberanía, y por lo mismo, de su propio sistema alimentario, del cual, sobre todo en el mundo globalizado y comercial moderno, se encuentra cada vez más alejada. Ya que los fanáticos frailes satanizaron y destruyeron los códices originarios que describían de maneras rituales una enorme variedad de productos alimentarios y su intercambio, para recordar la bondad de ese sistema alimentario, tenemos que conformarnos con los testimonios de los cronistas de indias, incluyendo al militar que encabezó la invasión depredadora, el capitán Hernán Cortés, quien refiriéndose a la enorme variedad de productos en los mercados públicos, de Tenochtitlan, escribió en sus Cartas de Relación:

“Tienen en esta ciudad muchas plazas, donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender. Esta ciudad tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil ánimas comprando y vendiendo; donde hay todos los géneros de mercadería que en todas las tierras se hallan, así de mantenimientos como de vituallas, joyas de oro y plata, de plomo, de latón , de cobre, de estaño, de piedras, de huesos, de conchas, de caracoles y de plumas. Véndese cal, piedra labrada y por labrar…finalmente, que en los dichos mercados se venden todas cuantas cosas se hallan en toda la tierra, que además de las que he dicho son tantas y de tantas calidades, que por la prolijidad y por no me ocurrir tantas a la memoria y aun por no saber poner los nombres, no las expreso”

Más escueto aún fue el Padre Ximénez acerca de los mayas, pero queriendo expresar la misma abundancia, ilustra a sus lectores acerca del trueque como forma principal de comercio, pues escribiendo la historia antigua de Verapaz dice:
“…tenían los señores gran cuidado en que hubieran grandes y muy solemnes y ricas ferias y mercados…daban maíz por frijoles y frijoles por cacao, traían sal por especias que era el axi (ich) o chile, también se trocaban carnes y caza por otras cosas de comer; conmutaban mantas de algodón por oro y algunas hachuelas de cobre y oro por esmeraldas y turquesas y plumas…”

Frente al actual sistema alimentario, de venenosa aunque negociable abundancia en los supermercados y comercios modernos, colmados de ofertas aparentemente tan variadas como interminables de productos chatarra, la gente se ha dejado enajenar, y engañada y hundida, ha dejado de preguntarse cuestiones tan fundamentales como éstas: ¿Quién produce nuestros alimentos y cómo se producen? ¿De dónde y cómo llegaron a nosotros? ¿Quién tiene el control sobre la tierra y el sistema alimentario en cuanto tal? ¿Quién puede alimentarse bien, quién solamente sobrevive y quién padece hambre? ¿Cuán seguros, saludables y nutritivos son nuestros alimentos? ¿Porqué el abastecimiento racional del agua, que nosotros considerábamos sagrada, y que ahora se ha vuelto mercancía, está en crisis? ¿Porqué está decayendo la economía rural y porqué está desapareciendo la agricultura familiar, no sólo en los países en vías de desarrollo sino también en el mundo desarrollado? Además de haber caído en la incapacidad de hacernos esas y parecidas preguntas fundamentales, para luego respondernos con acciones positivas para beneficio de la colectividad, hemos caído en la indiferencia hacia un vacío muy doloroso, por el culturicidio y etnocidio que implica: la pérdida de conocimientos tradicionales sobre la agricultura en pequeños predios, el aprovechamiento racional de los bosques y selvas como jardines domesticados, la pérdida de destrezas tradicionales en el empleo de alimentos de origen local, y de la religiosidad, que implicaba respeto a las personas y al sistema alimentario sustentable, el cual giraba, junto con muchas plantas de enorme poder alimenticio y profiláctico, alrededor de la cultura del maíz. Para colaborar al constructivo debate alrededor de esos y otros complejos cuestionamientos, se hace perentorio adquirir la visión y crear una serie de misiones que sinteticen y divulguen las vastas indagaciones colectivas que los sectores concientes de la sociedad han emprendido, las cuales deben ampliarse y profundizar en recomendaciones y acciones efectivas para incidir en políticas públicas, remediar carencias y optimizar el futuro, por ser fruto primicio de muchas reflexiones, consultas, pláticas y lecturas, de lo cual se espera que se susciten comentarios y propuestas con respecto a una filosofía y práctica social de amor y convivencia con la naturaleza, para integrar verdaderos Sistemas Alimentarios Sustentables, que brinden a todos los sectores de la población la Seguridad Alimentaria indispensable que ahora resulta vital, si es que como hermanos en la humanidad sencilla o verdadera, nos proponemos corregir errores y lograr calidad de vida para quienes puedan afrontar con éxito las crisis, y pasar a formar parte de las generaciones venideras.

Francisco Álvarez Quiñones
“El Sistema Alimentario de los Mayas”,
Sna Jtz’ibajom, A.C. –Universidad Intercultural de Chiapas
Enero del 2009
San Cristóbal de las Casas, Chiapas.

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