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domingo, 23 de noviembre de 2008

Sobre la revolución…
Texto: Saskia M. Hernández Paniagua

Una de las fechas que marcó la vida de los mexicanos es 1910, año en que la Revolución Mexicana nos brindó esperanza y al mismo tiempo nos heredó responsabilidades e historias de personajes que se convirtieron en leyenda.
Y, ¿acaso no todos somos revolucionarios aún después de casi 100 años? En el trabajo, escuela, hogar, con los amigos, pareja e incluso en nuestro interior hay una especie de pequeña o gran revolución. Es decir, somos pequeños, medianos o grandes revolucionarios; luchamos en silencio hasta que nos es imposible callar. Entonces se genera la catarsis.
Hay muchas formas de luchar, cada uno elige el bando, la causa; y cada uno de nosotros, como revolucionarios, elegimos las herramientas de nuestra revolución.
En la historia encontramos pasajes de quienes lucharon con las armas, algunos más eligieron el arte en sus diversas formas: fotografía, pintura, música, entre otros.
Los ejemplos de las revoluciones a través de la música, como en otras artes, son múltiples, no podemos olvidar al cantautor chileno Víctor Jara, quien dijo que “la canción auténtica, la revolucionaria, tiene que cambiar al hombre para que éste cambie la sociedad”
Revolucionaron también con su talento: Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, en Cuba; Pablo Neruda, Violeta Parra, en Chile; y en México, dentro de las artes visuales Agustín Víctor Casasola, quien integró uno de los archivos fotográficos más importantes de la Revolución Mexicana y el grabador José Guadalupe Posada, ilustrador de periódicos, revistas, pasquines y todo tipo de publicaciones subversivas; en nuestro país esto fue posible gracias a que la Revolución Mexicana fue el detonante de una verdadera revolución cultural, un desbordamiento de expresión.
Las revoluciones, como la vivida en México, generalmente tienen un saldo sangriento, defender las ideas no es fácil y menos sencillo resulta aceptar o mostrar el coraje suficiente para hacerlo. Tristemente eso nos ha enseñado la historia y ahora lo más complicado es matar el miedo: miedo a la opinión general, miedo a estar en contra de lo “establecido” y ser señalado, miedo a escribir, a hablar. Debemos quitarnos el temor a ser nosotros mismos; por eso la verdadera revolución debe iniciar en nuestro interior. ¿Utópico? Quizá ¿Peligroso? También, pero siempre vale la pena.

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